Mensaje de Pascua
“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado…” (Mc. 16,1-8)
Queridos hermanas y hermanos que peregrinan en nuestra Diócesis de Lomas:
Los Evangelios relatan los hechos que sucedieron después de la muerte de Jesús en la cruz y nombran a los testigos que lo vieron resucitado.
María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé compraron aromas para embalsamar el cuerpo (Mc16, 1). Al principio dudan como hoy también muchos dudan, no porque nos falten los testimonios sino porque es tan grande y deslumbradora esta noticia que parece increíble. ¿Cómo creer que los escándalos y el sufrimiento de la humanidad terminan en una resurrección?
¿Cómo creer en la verdad, el bien, la justicia ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la inequidad social? Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos pero, con la esperanza de un futuro mejor, que no nos centre solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.
El Papa Francisco dice: Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres, es la falta de atención espiritual (EG 200). La misión es una pasión por Jesús y una pasión por su pueblo (EG 268). Que esta pasión nos lleve a las periferias existenciales que hoy reclaman la vigencia de la Buena Nueva del Evangelio.
Las palabras del “anuncio” por parte del joven en San Marcos (16, 5) nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producir cierto “temor asombroso” (Mc. 16, 8) como les pasó a las mujeres -primeras testigos de la Buena Noticia- cuando llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.
“Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.
“No se asusten ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquí” porque donde “dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos…” (Mt. 18,20). Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, entregándose en la Eucaristía, quiere compartir el gozo de la Resurrección, y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.
¡No te asustes comunidad diocesana! ante tanta desolación y desconfianza, pues el gozo de la Resurrección está entre nosotros. ¡No te asustes cuando te toque ser Cireneo de tus hermanos!, para aliviar el peso de la carga del más débil, ante esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo, en el hospital, frente a los poderosos del sistema que no quieren ver: la desigualdad de oportunidades, la violencia inhumana o la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jóvenes… ¡No te asustes pastoral carcelaria! Cuando el autoritarismo de algunos nos despojan de los lugares de culto, en la propia unidad donde están los que penan… aunque sea en los pasillos o en los patios, no dejemos de llegar con el alivio del anuncio, con el pan de la palabra y también con el que alimenta su cuerpo.
¡No te asustes! preguntándote quién nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado, es nuestra esperanza.
¡No te asustes joven! ante la misión desconcertante de esta prioridad diocesana: salir al encuentro de los adolescentes y jóvenes que no están en nuestras comunidades, porque un joven, memoria esperanzadora de la comunidad, en este Evangelio (Mc. 16,5) es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: “No se asusten, miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho” (Mc. 16,7).
Muchos jóvenes parecen haber perdido el fundamento, no querer ver más allá de…, por haber perdido el sentido de trascendencia: esto implica nuestra relación de creaturas hacia Dios; por haber disuelto el sentido de historia, se vive sólo el hoy, entra en crisis el sentido de pertenencia, en esta cultura de lo inmediato, de: “lo quiero “YA”, se debilita el sentido de la esperanza. Al joven de hoy le encanta lo masivo y lo frenético, en lo cual no es protagonista sino simple espectador. Y sin embargo el Señor les sigue diciendo: “¡No se asusten!”.
Únicamente el evangelio de San Marcos menciona en el relato de la Pasión del Señor, al joven que lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás abandonando a Jesús huyeron (Mc. 14,50-51). El evangelista lo pone en escena nuevamente en el relato de la resurrección. Aquel huye desnudo a la oscuridad de la noche, despojado de todo lo que constituía su “aparente riqueza”, su apego a lo mundano, y ahora aparece vestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar la Buena Noticia a los hermanos.
¡Cristo ha Resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta!
María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia.
LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS: ¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!
Mons. Jorge Lugones S.J. Abril del 2015
“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado…” (Mc. 16,1-8)
Queridos hermanas y hermanos que peregrinan en nuestra Diócesis de Lomas:
Los Evangelios relatan los hechos que sucedieron después de la muerte de Jesús en la cruz y nombran a los testigos que lo vieron resucitado.
María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé compraron aromas para embalsamar el cuerpo (Mc16, 1). Al principio dudan como hoy también muchos dudan, no porque nos falten los testimonios sino porque es tan grande y deslumbradora esta noticia que parece increíble. ¿Cómo creer que los escándalos y el sufrimiento de la humanidad terminan en una resurrección?
¿Cómo creer en la verdad, el bien, la justicia ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la inequidad social? Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos pero, con la esperanza de un futuro mejor, que no nos centre solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.
El Papa Francisco dice: Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres, es la falta de atención espiritual (EG 200). La misión es una pasión por Jesús y una pasión por su pueblo (EG 268). Que esta pasión nos lleve a las periferias existenciales que hoy reclaman la vigencia de la Buena Nueva del Evangelio.
Las palabras del “anuncio” por parte del joven en San Marcos (16, 5) nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producir cierto “temor asombroso” (Mc. 16, 8) como les pasó a las mujeres -primeras testigos de la Buena Noticia- cuando llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.
“Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.
“No se asusten ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquí” porque donde “dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos…” (Mt. 18,20). Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, entregándose en la Eucaristía, quiere compartir el gozo de la Resurrección, y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.
¡No te asustes comunidad diocesana! ante tanta desolación y desconfianza, pues el gozo de la Resurrección está entre nosotros. ¡No te asustes cuando te toque ser Cireneo de tus hermanos!, para aliviar el peso de la carga del más débil, ante esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo, en el hospital, frente a los poderosos del sistema que no quieren ver: la desigualdad de oportunidades, la violencia inhumana o la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jóvenes… ¡No te asustes pastoral carcelaria! Cuando el autoritarismo de algunos nos despojan de los lugares de culto, en la propia unidad donde están los que penan… aunque sea en los pasillos o en los patios, no dejemos de llegar con el alivio del anuncio, con el pan de la palabra y también con el que alimenta su cuerpo.
¡No te asustes! preguntándote quién nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado, es nuestra esperanza.
¡No te asustes joven! ante la misión desconcertante de esta prioridad diocesana: salir al encuentro de los adolescentes y jóvenes que no están en nuestras comunidades, porque un joven, memoria esperanzadora de la comunidad, en este Evangelio (Mc. 16,5) es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: “No se asusten, miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho” (Mc. 16,7).
Muchos jóvenes parecen haber perdido el fundamento, no querer ver más allá de…, por haber perdido el sentido de trascendencia: esto implica nuestra relación de creaturas hacia Dios; por haber disuelto el sentido de historia, se vive sólo el hoy, entra en crisis el sentido de pertenencia, en esta cultura de lo inmediato, de: “lo quiero “YA”, se debilita el sentido de la esperanza. Al joven de hoy le encanta lo masivo y lo frenético, en lo cual no es protagonista sino simple espectador. Y sin embargo el Señor les sigue diciendo: “¡No se asusten!”.
Únicamente el evangelio de San Marcos menciona en el relato de la Pasión del Señor, al joven que lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás abandonando a Jesús huyeron (Mc. 14,50-51). El evangelista lo pone en escena nuevamente en el relato de la resurrección. Aquel huye desnudo a la oscuridad de la noche, despojado de todo lo que constituía su “aparente riqueza”, su apego a lo mundano, y ahora aparece vestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar la Buena Noticia a los hermanos.
¡Cristo ha Resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta!
María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia.
LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS: ¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!
Mons. Jorge Lugones S.J. Abril del 2015
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