Mensaje del Obispo diocesano para la Navidad 2016
“Navidad, tiempo de nacer y renacer”
“En el año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo,
cuando Dios creó el cielo y la tierra… en el cuarenta y dos del imperio de Octavio Augusto…
en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Eterno Dios e Hijo del Eterno Padre…
concebido del Espíritu Santo, y después de pasado nueve meses de su concepción,
nace en Belén de Judá, de la Virgen María, hecho hombre…”
(Pregón del Martirologio de Navidad)
Tiempo de Navidad, tiempo de nacer y renacer ante el misterio más grande de la historia: Jesús nace en Belén y nosotros queremos renacer a la gracia que nos trae. Momento para orar, hacer silencio, contemplar y confirmar nuestra pertenencia como Comunidad de discípulos para salir al encuentro de nuestras periferias existenciales con la luz de la Buena Noticia, haciendo carne la prioridad elegida en nuestra Asamblea Diocesana 2016 : “Iglesia más abierta y cercana a todos”.
Tiempo de nacer y renacer desde la memoria agradecida por tantas gracias recibidas, acción de gracias por lo que el Señor nos permitió vivir este año: planificar, vivir, realizar, experimentar, proyectar juntos incluso en este fin del año; momento del recuerdo de los deseos que no pudieron ser, de las cosas que se quedaron a medio camino, tal vez de las frustraciones o desesperanzas que no nos han dado paz.
“Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía, y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde su trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio” (Sab. 18,14ss).
Este silencio obsequioso y expectante, como la espera confiada de algo bueno por venir, prepara el corazón del pueblo de Dios para recibir esta Palabra hecha carne, visible, amorosa, que ilumina, contiene, anima y recrea la esperanza. Es tiempo de nacer y renacer.
“Un niño les ha nacido”, qué hermosa y esperanzadora imagen nos presenta la Palabra de Dios: un niño nacido. Hoy como en otros momentos de la historia no todos los niños son bien recibidos. Es duro ver a nuestros niños, tan pequeños, gambeteando los autos para limpiar vidrios, trabajando en lo que pueden: reciclando basura, pidiendo, inhalando, arriesgando la vida y la inocencia en las noches, porque ya no hay hora para volver a casa, o ya no quedan referentes para volver.
Nos hacemos cargo del “Compromiso social desde la fe en los adolescentes y jóvenes”, otra de las prioridades diocesanas elegidas.
Necesitamos llegar a los adolescentes cansados de la vida, tristes, cercados por el miedo al futuro, y muchas veces al presente. Es que, ¿nacieron sin esperanza?, ¿cómo pedirles que confíen si no hay en qué, ni en quién confiar? Pareciera que todos los males son a causa de la pobreza, de la falta de cosas y, sin embargo, en Navidad el Niño nace en la pobreza, débil, amenazado, tempranamente perseguido, de padres desocupados…
Entonces, dónde está la esperanza de esta familia con tantas limitaciones, dónde está la esperanza de un pueblo esquilmado y sin referentes. Precisamente, en la debilidad del Niño: un niño nos ha nacido, sí, la fe no se deja oscurecer por el brillo de lo inmediato, sí, la fe se ha hecho camino que nos sale al encuentro, si, la fe genera esperanza para abrir la puerta del corazón, si, la fe se hace realidad creativa en el amor que es capaz de borrar tantas heridas; como dice el poeta: “Jesús es la esperanza, que mantiene la fe viva, y enciende el amor, para borrar las heridas”. Entonces es tiempo de nacer y renacer.
Como comunidad diocesana nos animamos unos a otros desde la otra prioridad diocesana: Iglesia solidaria y samaritana en salida a las periferias existenciales que nos reclaman acompañar toda injusticia y sufrimiento, soledad y temor, ayudar a nacer y renacer desde el mandamiento del Amor.
Como María y José hay que salir para encontrar, desinstalarse para buscar, hacer un audaz camino para anunciar esta buena noticia, hacer lugar para donarse al amor, dejarse iluminar para ser luz, tender los brazos para arropar y abrazar, nacer y renacer, creer para confiar y esperar.
Nuestra evaluación en este año de siembra es alentadora, sentimos un aire fresco de evangelización que nos anima a seguir anunciando la Buena Noticia desde la Misión Permanente en REDd; aun reconociendo que la semilla es abundante y el terreno preparado escaso, queremos con ardor esperanzado seguir anunciando la alegría del Evangelio que transforma, sana y da paz, para llegar a los más alejados de nuestros barrios.
Nada es pequeño a los ojos del Señor, desde la pequeñez y la fugacidad que nos propone Navidad, este “Dios con nosotros” recrea nuestra esperanza desde la prometedora Palabra del amor de Dios. Este acontecimiento no se nos da totalmente preparado para consumir, así como rumiamos la Palabra para que de su fruto, hay que trabajar la tierra del propio corazón (salir de sí mismo).
Por Él, con Él y en el Niño Jesús que viene, hay esperanza confiada si la Navidad nos encuentra como discípulos en salida.
Preparamos el pesebre viviente en nuestro corazón, abriéndonos a las prioridades diocesanas, con la sencillez y el consuelo del que viene a nacer en la pequeñez humana para hacernos renacer a la grandeza del Amor divino.
¡Muy Feliz Navidad y buen comienzo de año para todos!
Mons. Jorge R. Lugones S.J.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora
“Navidad, tiempo de nacer y renacer”
“En el año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo,
cuando Dios creó el cielo y la tierra… en el cuarenta y dos del imperio de Octavio Augusto…
en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Eterno Dios e Hijo del Eterno Padre…
concebido del Espíritu Santo, y después de pasado nueve meses de su concepción,
nace en Belén de Judá, de la Virgen María, hecho hombre…”
(Pregón del Martirologio de Navidad)
Tiempo de Navidad, tiempo de nacer y renacer ante el misterio más grande de la historia: Jesús nace en Belén y nosotros queremos renacer a la gracia que nos trae. Momento para orar, hacer silencio, contemplar y confirmar nuestra pertenencia como Comunidad de discípulos para salir al encuentro de nuestras periferias existenciales con la luz de la Buena Noticia, haciendo carne la prioridad elegida en nuestra Asamblea Diocesana 2016 : “Iglesia más abierta y cercana a todos”.
Tiempo de nacer y renacer desde la memoria agradecida por tantas gracias recibidas, acción de gracias por lo que el Señor nos permitió vivir este año: planificar, vivir, realizar, experimentar, proyectar juntos incluso en este fin del año; momento del recuerdo de los deseos que no pudieron ser, de las cosas que se quedaron a medio camino, tal vez de las frustraciones o desesperanzas que no nos han dado paz.
“Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía, y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde su trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio” (Sab. 18,14ss).
Este silencio obsequioso y expectante, como la espera confiada de algo bueno por venir, prepara el corazón del pueblo de Dios para recibir esta Palabra hecha carne, visible, amorosa, que ilumina, contiene, anima y recrea la esperanza. Es tiempo de nacer y renacer.
“Un niño les ha nacido”, qué hermosa y esperanzadora imagen nos presenta la Palabra de Dios: un niño nacido. Hoy como en otros momentos de la historia no todos los niños son bien recibidos. Es duro ver a nuestros niños, tan pequeños, gambeteando los autos para limpiar vidrios, trabajando en lo que pueden: reciclando basura, pidiendo, inhalando, arriesgando la vida y la inocencia en las noches, porque ya no hay hora para volver a casa, o ya no quedan referentes para volver.
Nos hacemos cargo del “Compromiso social desde la fe en los adolescentes y jóvenes”, otra de las prioridades diocesanas elegidas.
Necesitamos llegar a los adolescentes cansados de la vida, tristes, cercados por el miedo al futuro, y muchas veces al presente. Es que, ¿nacieron sin esperanza?, ¿cómo pedirles que confíen si no hay en qué, ni en quién confiar? Pareciera que todos los males son a causa de la pobreza, de la falta de cosas y, sin embargo, en Navidad el Niño nace en la pobreza, débil, amenazado, tempranamente perseguido, de padres desocupados…
Entonces, dónde está la esperanza de esta familia con tantas limitaciones, dónde está la esperanza de un pueblo esquilmado y sin referentes. Precisamente, en la debilidad del Niño: un niño nos ha nacido, sí, la fe no se deja oscurecer por el brillo de lo inmediato, sí, la fe se ha hecho camino que nos sale al encuentro, si, la fe genera esperanza para abrir la puerta del corazón, si, la fe se hace realidad creativa en el amor que es capaz de borrar tantas heridas; como dice el poeta: “Jesús es la esperanza, que mantiene la fe viva, y enciende el amor, para borrar las heridas”. Entonces es tiempo de nacer y renacer.
Como comunidad diocesana nos animamos unos a otros desde la otra prioridad diocesana: Iglesia solidaria y samaritana en salida a las periferias existenciales que nos reclaman acompañar toda injusticia y sufrimiento, soledad y temor, ayudar a nacer y renacer desde el mandamiento del Amor.
Como María y José hay que salir para encontrar, desinstalarse para buscar, hacer un audaz camino para anunciar esta buena noticia, hacer lugar para donarse al amor, dejarse iluminar para ser luz, tender los brazos para arropar y abrazar, nacer y renacer, creer para confiar y esperar.
Nuestra evaluación en este año de siembra es alentadora, sentimos un aire fresco de evangelización que nos anima a seguir anunciando la Buena Noticia desde la Misión Permanente en REDd; aun reconociendo que la semilla es abundante y el terreno preparado escaso, queremos con ardor esperanzado seguir anunciando la alegría del Evangelio que transforma, sana y da paz, para llegar a los más alejados de nuestros barrios.
Nada es pequeño a los ojos del Señor, desde la pequeñez y la fugacidad que nos propone Navidad, este “Dios con nosotros” recrea nuestra esperanza desde la prometedora Palabra del amor de Dios. Este acontecimiento no se nos da totalmente preparado para consumir, así como rumiamos la Palabra para que de su fruto, hay que trabajar la tierra del propio corazón (salir de sí mismo).
Por Él, con Él y en el Niño Jesús que viene, hay esperanza confiada si la Navidad nos encuentra como discípulos en salida.
Preparamos el pesebre viviente en nuestro corazón, abriéndonos a las prioridades diocesanas, con la sencillez y el consuelo del que viene a nacer en la pequeñez humana para hacernos renacer a la grandeza del Amor divino.
¡Muy Feliz Navidad y buen comienzo de año para todos!
Mons. Jorge R. Lugones S.J.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora
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