Mensaje de Pascua del obispo a toda la diócesis
En su mensaje de Pascua, el obispo de la diócesis de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, aseguró que “el Señor Resucitado es nuestra esperanza y nuestra alegría completa” y pidió que Nuestra Señora de la Paz “interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia”.
Mensaje de Pascua del obispo
“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado.
Ha resucitado…” (Mc. 16,1-8)
A la salida del sol van al sepulcro, las mujeres.
El sol que se apagó el Viernes Santo a eso de las tres de la tarde, cuando todo quedó en tinieblas, hoy domingo surge con la nueva vida, con nuevo resplandor: “que ya no necesita ni de sol ni de luna, porque la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero[1].
María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé compraron aromas para embalsamar el cuerpo[2]. Al principio dudan, como hoy también muchos dudan, no porque nos falten los testimonios sino porque es tan grande y deslumbradora esta noticia que parece increíble. ¿Cómo creer que los escándalos y el sufrimiento de la humanidad terminan en una resurrección?
¿Cómo creer en la verdad, el bien, la justicia, ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la inequidad social? Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos pero, con la esperanza de un futuro mejor, pero que no nos centre solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.
El Papa Francisco dice: Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres, es la falta de atención espiritual [3]. La misión es una pasión por Jesús y una pasión por su pueblo [4].
Que esta pasión nos lleve a las periferias existenciales que hoy reclaman la vigencia de la Buena Nueva del Evangelio.
Las palabras del “anuncio” por parte del joven en San Marcos nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producir cierto “temor asombroso”, como les pasó a las mujeres -primeras testigos de la Buena Noticia- cuando llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.
“Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.
“No se asusten ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquí”, porque donde “dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos”[5]. Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, entregándose en la Eucaristía, quiere compartir el gozo de la Resurrección y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.
¡No te asustes comunidad diocesana! ante la tarea grande de la Misión Permanente: anímate a echar la REDd[6], pues tenemos que anunciar a muchos el gozo y la esperanza que trae el Resucitado.
¡No te asustes pastoral carcelaria! Cuando el autoritarismo de algunos nos despojan de la cercanía de los detenidos, en la propia unidad donde están los que penan… sigamos insistiendo, no nos acobardemos, no dejemos de llegar con el alivio del anuncio, con el pan de la palabra y también con el que alimenta su cuerpo.
¡No te asustes cuando te toque ser Cireneo de tus hermanos! para aliviar el peso de la carga del más débil, ante esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo, en el hospital, frente a los poderosos del sistema que no quieren ver la desigualdad de oportunidades, la violencia inhumana o la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jóvenes…
¡No te asustes! preguntándote quién nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”[7]. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado, es nuestra esperanza y nuestra alegría completa.
¡No te asustes joven! ante el camino en común que la Iglesia nos propone este año con el Sínodo de los jóvenes, porque un joven radiante iluminado por la luz del Cordero, memoria esperanzadora de la comunidad, en este Evangelio[8] es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: “No se asusten, miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho”[9].
“¡No se asusten! La Sinodalidad: caminar juntos es posible si todos aportamos, si nos comprometemos. ¡Caminemos con alegría este tiempo de gozo!
Aquel joven que, en el relato de la Pasión de san Marcos, lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás, abandonando a Jesús huyeron[10], ahora aparece vestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar “el Sol que viene de lo alto”, la Buena Noticia a los hermanos: ¡Cristo ha resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta!
María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia.
LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS:
¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!
+ Mons. Jorge R. Lugones SJ
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora
En su mensaje de Pascua, el obispo de la diócesis de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, aseguró que “el Señor Resucitado es nuestra esperanza y nuestra alegría completa” y pidió que Nuestra Señora de la Paz “interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia”.
Mensaje de Pascua del obispo
“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado.
Ha resucitado…” (Mc. 16,1-8)
A la salida del sol van al sepulcro, las mujeres.
El sol que se apagó el Viernes Santo a eso de las tres de la tarde, cuando todo quedó en tinieblas, hoy domingo surge con la nueva vida, con nuevo resplandor: “que ya no necesita ni de sol ni de luna, porque la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero[1].
María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé compraron aromas para embalsamar el cuerpo[2]. Al principio dudan, como hoy también muchos dudan, no porque nos falten los testimonios sino porque es tan grande y deslumbradora esta noticia que parece increíble. ¿Cómo creer que los escándalos y el sufrimiento de la humanidad terminan en una resurrección?
¿Cómo creer en la verdad, el bien, la justicia, ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la inequidad social? Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos pero, con la esperanza de un futuro mejor, pero que no nos centre solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.
El Papa Francisco dice: Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres, es la falta de atención espiritual [3]. La misión es una pasión por Jesús y una pasión por su pueblo [4].
Que esta pasión nos lleve a las periferias existenciales que hoy reclaman la vigencia de la Buena Nueva del Evangelio.
Las palabras del “anuncio” por parte del joven en San Marcos nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producir cierto “temor asombroso”, como les pasó a las mujeres -primeras testigos de la Buena Noticia- cuando llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.
“Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.
“No se asusten ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquí”, porque donde “dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos”[5]. Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, entregándose en la Eucaristía, quiere compartir el gozo de la Resurrección y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.
¡No te asustes comunidad diocesana! ante la tarea grande de la Misión Permanente: anímate a echar la REDd[6], pues tenemos que anunciar a muchos el gozo y la esperanza que trae el Resucitado.
¡No te asustes pastoral carcelaria! Cuando el autoritarismo de algunos nos despojan de la cercanía de los detenidos, en la propia unidad donde están los que penan… sigamos insistiendo, no nos acobardemos, no dejemos de llegar con el alivio del anuncio, con el pan de la palabra y también con el que alimenta su cuerpo.
¡No te asustes cuando te toque ser Cireneo de tus hermanos! para aliviar el peso de la carga del más débil, ante esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo, en el hospital, frente a los poderosos del sistema que no quieren ver la desigualdad de oportunidades, la violencia inhumana o la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jóvenes…
¡No te asustes! preguntándote quién nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”[7]. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado, es nuestra esperanza y nuestra alegría completa.
¡No te asustes joven! ante el camino en común que la Iglesia nos propone este año con el Sínodo de los jóvenes, porque un joven radiante iluminado por la luz del Cordero, memoria esperanzadora de la comunidad, en este Evangelio[8] es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: “No se asusten, miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho”[9].
“¡No se asusten! La Sinodalidad: caminar juntos es posible si todos aportamos, si nos comprometemos. ¡Caminemos con alegría este tiempo de gozo!
Aquel joven que, en el relato de la Pasión de san Marcos, lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás, abandonando a Jesús huyeron[10], ahora aparece vestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar “el Sol que viene de lo alto”, la Buena Noticia a los hermanos: ¡Cristo ha resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta!
María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia.
LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS:
¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!
+ Mons. Jorge R. Lugones SJ
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora
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