Mensaje de Navidad del obispo diocesano, monseñor Jorge Lugones SJ
“La Navidad amiga de los hombres, vuelve cada año a lo largo de los tiempos.
Envejece con los viejos y se renueva con el Niño que ha nacido…
Sabe que la naturaleza no podría existir si no viniera; viene en auxilio de los hombres en peligro.
El mundo entero, oh Señor, tiene sed del día de tu nacimiento…
Que este año se parezca a Tí, que llegue la paz entre el cielo y la tierra”
San Efrén
San Efrén, uno de los Padres de la antigua Iglesia de Oriente, nos dice que la Navidad “es amiga de los hombres”. Todos deseamos ser un poco más buenos en Navidad, y ojalá que un poco más amigos también, amigos de Dios y entre los hombres.
Y los hombres nos comunicamos por la palabra, ojalá que también nos comuniquemos con La Palabra, como dice el prologo de San Juan: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. ¿Será posible que el Señor habite entre nosotros, viendo alrededor nuestro un mundo injusto que con su indiferencia, pasa de largo frente al pesebre?
El pesebre de los niños que trabajan en la calle, de los niños violentados y maltratados, el pesebre desgarrado de las madres que sufren la violencia y la soledad, el pesebre de tantos papás sin trabajo que no podrán ganar su pan de Navidad, el pesebre desolado del anciano que no tiene acceso a una medicación… será el doloroso pesebre que los obispos describimos como “el escándalo de la pobreza y la exclusión social”.
Pese a la realidad que nos golpea como nuestras lluvias de verano, es posible que Jesús, Dios con nosotros, habite entre nosotros. La Navidad vista con los ojos de los hombres tiene esas imágenes que no nos pueden dejar indiferentes. Pero también la Navidad, vista con los ojos de Dios, es un amor tan grande que cuesta comprender, lejos de cualquier medida, que Dios venga a nosotros y además quiera nacer en un pesebre y hacerse niño. Demos gracias a Dios por elegir este camino para salvarnos.
San Efrén nos decía que el mundo entero tiene sed de su nacimiento. ¿Será así? Pidamos la gracia de que en nuestra familia tengamos sed de su Palabra, sed de su nacimiento, sed de su ternura, sed de su perdón, sed de su paz, sed de su salvación.
El Señor, Palabra de Dios entre nosotros, se hace solidario en la elección de nacer pobre; y en la convocatoria de los ángeles a gente sencilla, a los pastores, sale al encuentro de todo hombre y de toda mujer de buena voluntad. Y su presencia en carne, la de un “niñito”, nos llena de alegría, porque ha sido esperado desde siempre por el hombre. Así entonces la Palabra eterna de Dios se hace carne para acampar entre nosotros.
Esta Palabra de Dios está acampando también en cada familia, en cada barrio de nuestra diócesis a través de la misión permanente de los Grupos R.E.D.d. Por eso en esta Navidad quiero animarlos nuevamente al “Evangelio de la gracia de nuestro Señor Jesucristo”.
Acercarnos con sencillez a la Palabra, como nos acercamos al pesebre, tomar en nuestras manos el Evangelio y leer o escuchar, hasta que el corazón llegue a palpar, la misma ternura del pesebre. Entonces, también anunciarlo…
El mundo entero, oh Señor, tiene sed del día de tu nacimiento… Que este año se parezca a Tí, que llegue la paz entre el cielo y la tierra.
Contemplemos con atención, amor y reverencia el pesebre, y cómo sirven las personas, con tanto amor al amor encarnado: María dando de mamar al Niño es la figura de la ternura, ella que recibió la Palabra primero en su corazón y creyó, luego pudo acunar la Palabra encarnada y darla a los demás. San José, en el trajín de ser creativo ante la pobreza, las contradicciones, la sorpresa de Dios, los acontecimientos que se precipitan… se convierte en el hombre que fiel a la Palabra, le pone el hombro a Dios.
Que la ternura de la Madre Virgen, el silencio creativo de José y la dulzura del Niño Jesús, Palabra Eterna del Padre que nos mira y nos tiende sus bracitos, nos ayuden a encarnarnos como él en la vida de los más pequeños del Reino.
Mons. Jorge Lugones SJ
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora
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