La Pastoral Social llama a recomenzar desde un diálogo auténtico
31 DE OCTUBRE, 2020
BUENOS AIRES (AICA)
Con la presencia de Alberto Fernández, cerraron las jornadas "Recomenzar la Argentina y la Patria Grande". Mons. Ojea y Mons. Lugones exhortaron a "soñar juntos" y a consensuar un nuevo pacto social.
El Presidente en el cierre de las jornadas sociales
La Comisión de Pastoral Social (Cepas) cerró el 30 de octubre las jornadas “Recomenzar la Argentina y la Patria Grande”, con la consigna “El diálogo social para la igualdad”, que durante una semana se transmitieron a través del canal de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
Inició las exposiciones el senador nacional por la Ciudad de Buenos Aires de Juntos por el Cambio, Martín Lousteau, quien sostuvo que para recomenzar la Argentina es necesario dialogar, pero también tener un diagnóstico de la situación.
“Llevamos 26 años sin crecimiento del PBI per cápita y hemos registrado récord de default”, advirtió, subrayando que la pandemia agravó sensiblemente la situación.
“La idea de recomenzar es una idea interesante, pero nos impone que empecemos ya”, dijo al señalar que el país padece dos desequilibrios: uno social y otro externo. El economista planteó que corregir ambos no es tarea sencilla: para corregir el desequilibrio social se necesita más gasto y dólar más bajo. Para corregir el desequilibrio externo, todo lo contrario.
Para Lousteau, lo que genera el mayor desequilibrio es el “mal Estado”, que gasta mucho y mal. El Estado se vuelve impotente cuando se apropian de él los políticos, cuando se convierte en un Estado manipulado. “Cuando se extravía el Estado, se extravía el bien común. Necesitamos un Estado honesto y transparente”, afirmó.
Lousteau destacó que la encíclica Fratelli tutti pone en escena la otra cara, la de los ciudadanos comunes, los trabajadores, los desocupados, pobres y marginados y llamó a compartir entre todos la idea de un futuro común, para alimentar la cooperación y no la acción de cada día.
El senador abogó por la libertad y la igualdad, pero teniendo presente que son contradictorias y no pueden aplicarse sin la fraternidad.
“El primer punto es el diálogo, si no, no queremos el bien común”, sostuvo, e indicó que éste es responsabilidad de todos, pero mucho más de los gobiernos y de la política, ya que ésta debe discernir que vivir mejor no es que los índices macro económicos den mejor, sino que la sociedad esté mejor.
Lousteau cerró citando a Robert F. Kennedy: “Nuestro PIB tiene en cuenta, en sus cálculos, la contaminación atmosférica, la publicidad del tabaco y las ambulancias que van a recoger a los heridos de nuestras autopistas. Registra los costohablós de los sistemas de seguridad que instalamos para proteger nuestros hogares y las cárceles en las que encerramos a los que logran irrumpir en ellos. Conlleva la destrucción de nuestros bosques de secuoyas y su sustitución por urbanizaciones caóticas y descontroladas. Incluye la producción de napalm, armas nucleares y vehículos blindados que utiliza nuestra policía antidisturbios para reprimir los estallidos de descontento urbano. […] En una palabra: el PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida.”
A continuación, habló el doctor Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, quien afirmó que en el lenguaje, existen palabras capicúas, por ejemplo “odio”, que leído al revés es “oído”. Por lo que consideró que hay que pasar del odio a escuchar y pensar en el otro. Abogó por una “sinfonía de la concordia” y desterrar el “virus de la resignación”.
Béliz agregó que existen dos acepciones para la palabra utopía: “Ou-topos” que significa el lugar que no puede ser y “Eu-topos” que significa el buen lugar, el lugar posible. Es la segunda la acepción en la que debemos pensar. “Entender al otro, es abrir el corazón. (…) Escuchar sinceramente es ayuda fraterna”, graficó y estimó que hay que buscar el silencio del yo por un nosotros más pleno.
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Adolfo Pérez Esquivel señaló: los puños cerrados no siembran”. “Hay que cuidarse del monocultivo del pensamiento”, precisó, y afirmó que hay que dejar de usar la palabra como medio de provocación, de agresión, y que debemos erradicar el contagio, para lograr una reconstrucción de la esperanza.
En otro orden señaló que los partidos políticos mueren por la falta de ideales. Como reclama Francisco, hay que predicar la santidad política con alegría y hospitalidad. También resulta necesario, agregó, un acto de heroísmo, de escuchar a los más pobres, a los descartados. Asimismo, pidió recordar a Francisco que habla de los santos de la puerta de al lado “y ser constructores de miles y miles de santos de la puerta de al lado”.
Béliz resaltó tópicos indispensables en la política de Estado: asignación universal, no caer en endeudamiento tóxico, trabajar al servicio del bienestar común, ir a un real federalismo, escuchar juntos al pueblo (ya que los pueblos tienen memoria), y caminar unidos, puesto que “ojo por ojo, la Argentina quedará ciega”.
El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro, dio la bienvenida al presidente de la Nación, Alberto Fernández, y trajo a la memoria ese 27 de marzo en el que el papa Francisco rezó el Evangelio en soledad y habló de la barca en la tempestad, exhortando a remar todos juntos en medio de la pandemia. El prelado pidió “soñar juntos”, “ver que el otro es un hermano, reserva de esperanza”.
Seguidamente, intervino el presidente de Pastoral Social, monseñor Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora, quien destacó que Francisco comienza su nueva encíclica Fratelli tutti, haciendo un diagnóstico de la situación económica y social de estos tiempos, donde prevalece el capital especulativo, la desprotección del trabajo y se globaliza la indiferencia, generalizándose la cultura del descarte humano en toda la periferia del planeta.
Se puede observar, amplió, el crecimiento de los indicadores de las variables económicas frente a la falta de desarrollo humano integral. Aumenta la riqueza en igual medida que las inequidades y las nuevas pobrezas. Hay, en nuestra sociedad, recalcó, más teléfonos inteligentes que habitantes, pero la mitad de los niños y niñas no pueden asistir a clase vía Internet en medio de la pandemia. La Argentina, profundizó, venía de una situación económica y social muy delicada, con problemas críticos previos a la pandemia y agudizados por ésta, señalando como ejemplos la desindustrialización, la caída del empleo, el aumento de la pobreza, el hacinamiento en los barrios carenciados; secuelas de violencia y deformación de las condiciones de vida en los barrios periféricos.
“En este complejo escenario, Francisco desde Fratelli tutti, propone recomenzar”, puntualizó, y explicó: recomenzar de Francisco convoca a la esencia fraterna, para convertirnos a todos en buenos samaritanos. Para ello, añadió, “debemos trabajar desde abajo, desde lo local hasta el último rincón de nuestra patria grande”.
Monseñor Lugones llamó a rescatar la política y exhortó a los dirigentes a anteponer la felicidad y el bienestar del pueblo sobre los intereses sectoriales o personales. Tenemos que cambiar el paradigma del subsidio, por el paradigma del trabajo. Volver al paradigma del trabajo. A continuación, sostuvo, que cree en la propuesta denominada “Marcha al campo”, proyecto presentado ante el Congreso de la Nación.
“La coyuntura en la que estamos… es una oportunidad para un auténtico diálogo social, para construir una sociedad más igualitaria. Para ello se requiere de una sensibilidad social y un sentido de la fraternidad que implica, no solo inclusión, sino también integración”.
El presidente de Cepas llamó a tomar la experiencia de la mesa de diálogo y encuentro por el trabajo y una vida digna, y se pronunció a favor de un rediseño impositivo, para que haya más justicia en el reparto de las cargas. También a alumbrar un nuevo pacto social y cultural. Finalmente, monseñor Lugones señaló que, todo esto es posible, si existe un auténtico diálogo y amistad social, tal como nos interpela Fratelli tutti.
Tras la exposición de monseñor Lugones habló el presidente de la nación, doctor Alberto Fernández, quien comenzó destacando que este encuentro se realiza un 30 de octubre, el día que asumió Raúl Alfonsín restaurando la democracia, y consideró que para recomenzar la patria grande, la pandemia exige otra lógica, ya que muchos dicen que aspiran volver a la normalidad, pero pregunto: “¿A qué normalidad queremos volver? ¿A la normalidad del desamparo de millones de personas? Yo no quiero esa normalidad”.
El primer mandatario dijo que es una gran idea construir algo nuevo, porque lo que ocurrió para que esa “normalidad” imperara no hay que repetirlo, y explicó que, dentro del capitalismo, cambió la lógica ya que decidieron priorizar lo financiero ante lo productivo. Se dieron cuenta de que especular era mejor que producir.
“Yo rescato el capitalismo de Ford, que quiso que sus automóviles pudieran ser adquiridos por sus trabajadores”, expresó, y añadió: “Necesitamos de esa ética, en la que todos nos realicemos”. Fernández agregó que, después de la pandemia, hay que recrear otra normalidad, porque no es normal ver a miles de personas en las calles ni a los chicos deambulando. Lo peor sería volver a esa normalidad.
El Presidente se pronunció por un diálogo social, que permita construir un acuerdo entre todos los argentinos. Se pronunció también por un mundo donde lo financiero no sea lo más importante, un mundo que se preocupe porque el 50% de los niños está en situación de calle.
“Nuestro Estado -reconoció- tiene muchas deficiencias, y estos 37 años de democracia no fueron los mejores; hubo pobreza creciente, la salud fue abandonada durante cuatro años, al igual que la educación”.
El jefe de Estado subrayó que parte del pacto social que hay que hacer es repensar la Argentina periférica, donde viven millones de olvidados, la tarea es integrarlos. “Nuestra sociedad es tan desigual, porque se pensó en un país exportador de productos primarios. El puerto grande y el resto del país desintegrado”, graficó.
Fernández dijo que aspira a que un niño que nazca en La Quiaca pueda crecer, formarse, desarrollarse en su lugar, sin tener que migrar. El sistema de explotación rural fue empujando a la población rural hacia las grandes urbes y sus alrededores. Así nacieron el Gran Rosario, Gran Córdoba, Gran Buenos Aires, con los consabidos problemas de pobreza y marginalidad.
“En nuestra democracia no pudimos superar el odio y la división, esto nos ha llevado a esta crisis: ‘es mal negocio el odio’. Debemos remar todos para el mismo lado para lograr un desarrollo que además sea con equilibrio ecológico”, precisó.
“Nuestro reto es lograr el pacto en el que todos debemos participar, siempre respetando el diálogo, es lo que quiero y en lo que creo”, concluyó.
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