Una Patria de hermanos: la antítesis del odio y de las grietas
Por: Mons. Jorge Lugones SJ
Muchas personas tenemos claro, al menos en teoría, de que somos creados a imagen y semejanza de Dios, creados por amor. Sin embargo, muchos discursos procuran instalar lo contrario. Ante la situación de pobreza, inseguridad, inflación, etc., se suma la polarización de la dirigencia política y social, fenómeno que viene generando, cansancio, decepción y cierta crispación e impotencia a la vez.
Asistimos a un tiempo en nuestro país -y en la región- de instigación permanente al odio y al desencuentro, que nos impide reconocernos como hermanos y dar pasos trascendentes en términos de unidad. De unidad en la diversidad, como bien nos enseña Francisco en la figura del poliedro. Una Patria de hermanos es la antítesis del odio y de las grietas, y solo es pensable desde la integración y el respeto por el diferente.
Reconocer el amor de Dios es una sabiduría que también se expresa en lo que Francisco llamará “experiencias de salvación comunitaria”, para el cristiano se perfecciona como don del Espíritu Santo. Acontece por el plus que da el encuentro interpersonal y comunitario que hace algo nuevo que no se da en la mera suma de individuos o por solo un contrato social.
Hay sectores que hoy cuestionan el sistema democrático, pero no debemos claudicar, es el marco y estilo de vida que hemos elegido tener, con sus aciertos y errores, en este proceso de integración debemos discutir nuestras posturas, dirimir nuestras diferencias y encontrar nuevos consensos. Teniendo presente que la administración de la vida en sociedad no es sólo tarea del poder político, sino que está condicionada también por otros poderes, como el judicial o el económico.
Necesitamos un análisis sereno, reflexivo, profundo, de dónde estamos y hacia dónde nos proponemos ir. No podemos segmentarnos en espacios, más bien -como decía Francisco- tenemos que “privilegiar el tiempo al espacio”. Procesos que ayuden a la integración.
Aconseja Francisco: No hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es “una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad y el respeto por el bien común.-
Mons. Jorge Lugones SJ
Obispo de la diócesis de Lomas de Zamora
Pte. Comisión Episcopal de Pastoral Social
Comentarios
Publicar un comentario