Mons. Lugones: Volver a ser "cacharro frágil" en manos del alfarero
Martes 12 Mar 2019 | 08:46 am
[foto: Eclesia]
Lomas de Zamora (Buenos Aires) (AICA): El obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, envió un mensaje en el comienzo de la Cuaresma, tiempo que nos permite “poder transformar algo en nuestra vida cristiana”, afirmó, advirtiendo que “esto es posible ocupándonos en ello y confiando en la gracia del Señor”.
En el comienzo de la Cuaresma, el obispo de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Lugones SJ, envió un mensaje a la comunidad, titulado “Conviértete y cree en el Evangelio”.
“Con estas palabras se nos signa con las cenizas al comienzo de la Cuaresma y se nos propone el camino de la conversión. Pero la sola palabra conversión es muy amplia ya que tenemos que convertirnos toda la vida. La Cuaresma por ser un momento fuerte de gracia, pero acotado en el tiempo, nos permite con esa misma gracia poder transformar algo en nuestra vida cristiana. Esto es posible ocupándonos en ello y confiando en la gracia del Señor”, afirmó.
“Lo que expresamos no es algo instantáneo sino un proceso. Por ello este tiempo es un excelente punto de reflexión y oración. Es como cocinar a fuego lento. La conversión requiere disciplina y tiempo. Es una propuesta necesaria que podemos realizar como un ejercicio que nos proponemos todas las semanas y tal vez cada día, acompañados de la lectura y meditación de la Palabra”, aseguró.
En ese sentido, y citando las palabras del profeta Joel, el prelado expresó: “Vuelvan a mí de todo corazón”, y reflexionó: “La Cuaresma como tiempo de conversión es un volvernos a Dios. Volver a Dios con nuestras cargas y las de los otros, volver en nuestro camino requiere pararse y comenzar a desandar el camino”.
“A veces volverse del camino ayuda a descansar, a encontrarnos con otros, a preguntar, a pedir ayuda… Otro modo será un volvernos de nuestras actitudes duras en la familia, la falta de respeto, de escucha, de diálogo, de comprensión, de cariño y afecto, de paciencia con los niños y adolescentes, faltas de perdón, de cercanía… Desandar el camino de nuestro egoísmo, comodidad, distancias, tibieza, sequedad... volver a Dios con la confianza de que Él nos puede sacar de la inercia, de la falta de creatividad para el bien, de estar ya instalados, de sentirnos más que otros, de haber ganado un lugar, de aferrarme a mis esquemas o mis ‘logros’. Jesús puede regalarnos de vuelta su gracia pues es: el camino, la verdad y la vida”, continuó.
“Volvernos como comunidad eclesial de nuestras posturas rígidas y tajantes para volver a ser el ‘cacharro frágil’ en manos del alfarero; a la misión en cuerpo que nos libra del individualismo estéril, a la confiada oración en común que renueva nuestro fervor misionero que apostando al tiempo de Dios, nos aleja del inmediatismo ansioso”, animó.
En este valioso tiempo, recordó el prelado, “la Iglesia propone la oración, la limosna (caridad) y el ayuno”, y llamó a preguntarnos: “¿Cómo me ocupo de la fecundidad de la Palabra de Dios en mi vida? ¿La comparto con otros? ¿Me ocupo de la misión permanente diocesana REDD o eso es solo para las misioneras?”.
En palabras del papa Francisco, expresó: “La oración con la Palabra de Dios es un bien para mí y para mi prójimo, ‘la palabra es un don. El otro es un don’. ¡Sigamos partiendo y repartiendo con alegría el pan de la Palabra que da vida!”, alentó.
“Francisco al proponernos la conversión ecológica dice: ‘Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas sólo serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades. Por eso, no pensemos sólo en la posibilidad de terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca’”, señaló. “La Cuaresma tiene una meta: la Pascua del resucitado, si nos dejamos mirar, si nos volvemos con todo el corazón, nos abrirá él mismo su costado para contemplar un poco más de su gran amor, de su cercanía, de su bondad y de su gloria”, concluyó.+
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